martes 5 septiembre, 2023
Etiquetas: , , , ,

Los últimos momentos del general José Miguel Carrera

Un 4 de septiembre de 1821 José Miguel Carrera es comunicado de su sentencia de muerte, tras la fatídica noticia podemos ver reflejada toda la dimensión de su persona, por un parte, escribiendo un sentido mensaje a su esposa, y por otro enfrentando sus últimos momentos con la altivez que siempre lo caracterizó.

En las palabras de despedida escritas en su libreta personal durante la espera para enfrentar el patíbulo, se pueden percibir algunas ideas inconclusas y frases erráticas, fruto quizás del momento difícil en el que se encontraba.

“Mi adorada pero muy desdichada Mercedes

Un accidente inesperado y un conjunto de desgraciadas circunstancias me han traído a esta situación triste: ten resignación para escuchar que moriré hoy a las once, si mi querida moriré con el solo pesar de dejarte abandonada con nuestros cinco tiernos hijos, en un país extraño, sin amigos, sin relaciones, sin recursos.-

Más puede la providencia que los hombres! No sé porqué causa se me aparece como un ángel tutelar el oficial D… Olazabal con la noticia que somos indultados y vamos a salir en libertad con mi buen amigo Benavente y viejito Álvarez que nos acompaña.

Solo la Patria y ley [ilegible] nos debemos

Y por ella morir, vivir por ella

¿Amáis la libertad, disfrutáis de ella? Dignos apareced de conservarla

H del R

Ídem

Los hombres son iguales no en sus [¿tumbas?]

En la virtud su diferencia estriba

Solo es una la ley en todo Estado, ningún mortal ante ella se distingue». (1)

Después de esbozar estas palabras atropelladas ante el poco tiempo que le quedaba, llegó el momento de enfrentar su destino. Según el relato del Padre Lamas, quien lo acompañó en sus últimos momentos:

“Pocos instantes después seguimos al oficial que vino a anunciar que era tiempo de marchar. —Y ¿cómo se va a esta ceremonia?— me preguntó—. ¿Con el sombrero puesto o quitado?—Con el sombrero quitado —le dije—, porque así se debe reverenciar a este crucifijo que lleva Usted en la mano, que es la imagen de su Dios. Entonces se lo quitó, hizo lo mismo con sus guantes y suplicó que se los entregasen como una memoria a su buen amigo, el coronel Benavente, que estaba preso en la misma cárcel. Entraron en ese momento los padres mercedarios y le pusieron el escapulario de su orden. Llegamos al umbral de la cárcel. Había que bajar unos escalones y yo le ofrecí mi brazo. “No, me dijo, dirían que tengo miedo”. Y a pesar de los gruesos grillos que exprimían sus pies, de un salto los salvó. Yo que tenía desembarazados los míos no me habría atrevido a darlo… Cuando avistamos los banquillos, un joven soldado que estaba acusado de haber sido el que mató al general Morón y que, a la par que el coronel Álvarez, vecino de Córdoba que había encabezado una insurrección en Fraile Muerto en favor de Carrera, debía ser fusilado con éste, no pudo resistir este espectáculo y se desmayó. Entonces Carrera dijo: —iQué muchacho!… tan valiente en la guerra y se desmaya ante la sombra de la muerte.

—En la guerra —le contesté—, el que combate está libre y no engrillado como ese pobre joven, tiene la esperanza de vencer y no la horrible realidad de una muerte infalible.

Llegado al banquillo, Carrera se opuso a que le vendaran los ojos y pidió que se apuntara donde estaba su mano (sobre su corazón) y permaneció de pie, todo lo cual le fue negado. Entonces se quitó y dobló un rico poncho que llevaba puesto, y se limpió de las mangas de la chaqueta algunas ligeras motas de pelusa. Se acercó el alguacil como pidiéndole el poncho y Carrera le dijo: —No, lo destino para el hermano de mi suegra, a quien me harán el favor de entregarlo—. Se sentó en el banquillo, y en lugar de demandar perdón al pueblo de Mendoza, como yo se lo habia aconsejado, dijo en voz altísima: —¡Muero por la libertad de América!

Me retiraba yo de su lado cuando me llamó para entregarme su reloj y un nudo de su pelo para que se lo remitiese a su esposa como una memoria suya. Mal me había separado de él, cuando la escolta descargó sus armas sobre Carrera, corriendo yo gran riesgo de ser herido por las balas que Iban dirigidas a él y a sus dos compañeros. Cayó sin vida y el doctor Clemente Godoy, que estaba a mi lado, me dijo:—Ha muerto como un filósofo …” (2)

Posterior a su muerte, el cuerpo de Carrera fue mutilado. Su cabeza fue cortada y expuesta en la plaza de Mendoza, práctica que, pese a lo atroz que suene hoy en día, en aquella época era recurrente.

Murió siendo un líder de personalidad impetuosa e irreverente y que vivió su vida y carrera militar con una vertiginosa rebeldía, que sin dudarlo, le dieron el impulso definitivo al ansia criolla chilena por obtener la definitiva emancipación.

(1) Archivo Nacional de Chile – El amor, presente en la historia de uno de los próceres de nuestra patria.

(2) Revista Occidente, Nº 520, Septiembre 2021 – José Miguel carrera a doscientos años de su muerte.

Autor/Fuente
Humberto Muñoz Evangelisti Recolector de la cultura popular chilena - creador de midulcepatria.cl
separa_entrada