miércoles 24 julio, 2013
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Las Cuevas de los Patriotas en el Archipiélago de Juan Fernández

El Archipielago de Juan Fernández está compuesto por las islas Robinson Crusoe (antiguamente denominada Más a Tierra ), alejandro Selkirk (Más Afuera), el islote Santa Clara e islotes de menor tamaño. Desde su descubrimiento oficial en 1574 su historia ha ido de la mano de misticismo y acontecimientos entretenidos. Entre sus historias las más importante corresponde al rescate del marino inglés Alejandro Selkirk luego de vivir 4 en éstos parajes y la posterior inmortalización de su aventura en el libro de Daniel Defoe «Robinson Crusoe».

La utilización de las islas como escondite de corsarios, de fondeadero para barcos balleneros y loberos, los arrecifes fantasmas alrededor de sus costas (que nunca se han encontrado), el hundimiento del crucero alemán SMS Dresdén, la constante búsqueda de los tesoros escondidos en sus recovecos son parte importante también de su fama.

Las características y ubicación de aislamiento de estas islas la convirtieron en un lugar ideal para crear lugares de presidio. Fue utilizada en siete ocasiones como lugar de confinamiento de presos políticos y posterior de reos comunes, incluso tomando las características de «presidio agrícola» .

Fue en la calidad de centro carcelario que «después de la derrota de Rancagua, en 1814, los españoles entraron en la capital (Santiago) tomando calles y cuarteles. Un mes más tarde, en la noche del 9 de noviembre, se echaron los Talaveras de Maroto y de San Bruno sobre los incautos patricios que, confiados en promesas de Osorio, habían vuelto a sus hogares desde sus chacras y estancias.

Cincuenta de ellos, la mayoría ancianos, fueron arrancados de sus lechos y arrastrados a la cárcel, para emprender una cabalgata de dos días hacia Valparaíso. En el puerto se formó la caravana de destierro a la isla de Más a Tierra que duró 27 meses de soledad, hambre y miseria.

Entre los patricios aprehendidos figuraban ilustres criollos, miembros de la Junta que gobernó el país de 1810 a 1814. Se encontraban el anciano José Antonio de Rojas; Juan Enrique Rosales, Manuel de Salas, Martín Calvo Encalada, Juan Egaña, Francisco Pérez, Francisco de la Lastra, Agustín Eyzaguirre, José Portales, José María Argomedo, el joven Mariano Egaña y los presbíteros Ignacio Cienfuegos y Joaquín Larrain. Una criolla Rosario Rosales, siguió la escolta de su cautivo padre, Juan Enrique Rosales, en abnegada muestra de amor filial.

Los 300 desterrados fueron embarcados en la corbeta «Sebastiana», y amontonados en su bodega. A los pocos meses se agregó una segunda partida de patriotas de La Serena, y más tarde otra de peruanos que se pudrían en las casamatas del Callao.

El peor enemigo que debieron enfrentar fue la plaga permanente de roedores; tan audaces que mataban a gatos y a perros. El tormento del viento, el frío y el incendio de sus chozas llevó a Pedro Nolasco Valdés, y a un sacerdote, a suicidarse para terminar esa pesadilla.

Los desterrados fueron conducidos a unas cuevas hechas durante el período colonial en las rocas que rodean bahía Cumberland, donde hoy pueden verse las huellas de las largas varas que sostenían sus literas en las húmedas paredes, y que actualmente en honor a sus antiguos moradores son denominadas «Cuevas de los patriotas».

Entre las escenas vividas y relatadas al estilo de Juan Egaña, destaca la disputa de las pocas mujeres que formaban la población civil, entre confinadas y pobladoras, por parte del personal de tropa y prisioneros comunes.

El 24 de marzo de 1817 apareció en la rada de San Juan Bautista (Poblado de la isla), un buque misterioso, que echó a tierra a un pasajero, quien se encerró con el Gobernador de esa época Ángel del Cid. Este pasajero era el coronel realista Cacho, que llegó a parlamentar sobre la libertad de los presos con el último gobernador español, quien aceptó en el acto la nueva situación, ya que bastó con que «El Águila» apuntara sus cañones sobre la desprevenida fortaleza hispana, para que la guarnición dispusiera de sus armas y aceptara las condiciones impuestas por el capitán, el norteamericano Reimundo Morris.

Al día siguiente se embarcaban las víctimas del patriotismo, y el 31 de Marzo llegaban a Valparaíso los desterrados de Juan Fernández. La primera diligencia al desembarcar los aristocráticos prisioneros, fue ceñirse de sus placas nobiliarias y cruces, orgullosa muestra de la libertad recuperada.

Hoy éstas cavernas son parte del patrimonio turístico junto con el Fuerte Santa Bárbara, las huellas de las balas del enfrentamiento del SMS Drésden y el cementario.

Autor/Fuente
Recopilado por Victorio Bertullo Mancilla, Adaptación de textos por Mayling Ayala Araya. Textos desarrollados para sección "la historia de..." del sitio oficial de la comuna de Juan Férnandez.
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