Fueguia Basket y Darwin: Gran Desencuentro
“Chile, un país largurucho y porfiado, insiste en volverse lo que no es. No proclamo la idea de regresar a la Edad de Piedra. Menos, negarnos a la modernidad. Pero no creo que exportar sea un gran avance si es lo único que ocurre en materia de desarrollo”.
En diciembre de 1831 el Beagle salió de Inglaterra bajo el mando del capitán Fitz Roy. A bordo viajaban tres aborígenes yámana de regreso al que hoy conocemos como canal Beagle y «un joven interesado en la geología y las ciencias naturales» que empollaba trazas de sabio, Charles Darwin. Tenía 21 años y debió pagar su pasaje, su comida, y usar varias influencias para embarcarse.
Los yámana de la tribu winiisooala no pagaron nada. Los habían raptado tres años antes, llevándolos a Inglaterra para «civilizarlos». Los devolvían a su tierra natal hablando algo de inglés, cristianizados y con herramientas de labranza. Regresaban por orden de la reina, que entendió que esos niños desnaturalizados debían regresar a vivir entre los suyos.
Darwin, naturalista eximio a posteriori, los consideró seres inferiores que carecían de una lengua y no podrían incorporarse a la civilización.Para él eran más animales que humanos. A Darwin le interesaron las piedras e insectos, no esos niños disfrazados de hijos de Albión. Fueguia Basket, así habían bautizado a la niña, fue casada por el pastor Harris para que no viviera con York Minster en pecado. El tercero, Jemmy Button, mereció el nombre al encandilarse con los botones del uniforme de los oficiales ingleses.
Al arribar a Wulaia, hoy Navarino, Jemmy Button se desnudó y se lanzó al mar, nadó hasta la orilla y desapareció de la historia. A Fueguia yYork, casados, los dejaron en tierra, les construyeron una casa, otra para el pastor que viviría entre ellos, y el Beagle las emprendió en buscade minerales y fósiles. Regresó tres semanas después y encontró al pastor Harris desnudo entre unas matas, las casas a medio deshacer,Harris estaba medio loco pues los indígenas habían regresado, sacaron todo lo que les llamó la atención, se apropiaron de su ropa, desde su chaqueta a sus botines, con especial predilección por su sombrero. Fueguia y York se habían ido con los suyos.
Sesenta años después, Lucas Bridges, pastor anglicano de la misión de Wulaia, encontró a Fueguia Basket anciana, entre un grupo de inúltima palabra dígenas que llegaban al comenzar el invierno a buscar ropa y alimentos. La descubrió al escuchar que alguien repetía «little boy, little girl» al ver a sus hijos rubios.
Si la cultura fuera impregnada por vacuna, si fuera lo que los pragmáticos dicen del mundo, con gusto vacunarían de su cultura a los «otros».
Si fuera así, ya no habría culturas sobre la Tierra sino una amalgama gestual y ritual de seres adiestrados. Pero eran personas diferentes, poseían lenguas, dioses, afectos y costumbres. Los yámana eran primitivos. Pero habían sobrevivido en el lugar más inhóspito de la Tierra porsus propios medios. Quizás, hoy los tendríamos entre nosotros si no hubiéramos insistido en considerarlos inferiores. Ya extintos, debemosa Gusinde, especialmente, y a otros como Anne Chapman, saber de ellos y sus hábitos, de su lengua, sus ritos, su manera de vivir.
Adiestrar no es cultura, está probado. Chile, un país largurucho y porfiado, insiste en volverse lo que no es. No proclamo la idea de regresara la Edad de Piedra. Menos, negarnos a la modernidad. Pero no creo que exportar sea un gran avance si es lo único que ocurre en materia de desarrollo.
Lo que me preocupa es el desencuentro y copiar lo inútil, que nos abruma. Una ingenuidad demasiado ingenua propone que Internet enseña por sí solo. Cuestión de apretar una tecla y aparece Mr. Músculo o Mr. Cultura. Hay que cernir, que es discernir. Discernir es razonar. Y razonar es pensar. Chile no está muy pensador que digamos. Hace cosas, ¡por Dios que hace cosas! Pero no piensa a fondo y de fondo. Esto se debe, en parte, al desprecio por la lengua, a las pocas palabras que usan los chilenos. No se entienden, pero todos vestidos en China chiquichaca como si bastara. No se puede cambiar de piel, como la serpiente, y creer que hemos progresado. El adentro y el afuera son dos partes de la cultura, y la cultura no son sólo las Bellas Artes. Es admirable lo que han logrado las orquestas infantiles. No es tocar tal o cual instrumento lo que hace la diferencia.
Es la música que pueden reproducir y gozar; el sentido musical, intrínsecamente ligado a la belleza, que agranda el espíritu, abre las puertasde la sensibilidad y la inteligencia. Chile tiene que reaccionar frente a la educación y la cultura. No es cuestión de sopaipillas o crêpes Suzette, ciervo o huachalomo. La cultura no nos debería desligar de las humitas ni la cazuela. Integrarnos es darle a este país capacidad de lectura, respeto por lo que somos y podríamos ser. Sin lectura, sin la copia tan desprestigiada, Chile seguirá entendiéndose con setecientas palabras.
O sea, no se entenderá. La cultura es tener trenes, no sueños; escuelas, no ruinas; escolares, no revoltosos. Profesores, no un sindicato que busca reivindicar sus derechos. Cultura es tener un Parlamento y un Poder Judicial autónomos. No basta con un Banco Central autónomo.
Eso de reencantar y reencantarse es demasiado pueril. Cultura es lo que habitamos: usos, costumbres, ropuestas posibles sin tanto encanto, que, como la cirugía estética, es una mentira piadosa. Los chilenos viven huérfanos de si mismos. Hay que hacer de la cultura no sólo una innovación. Los escritores han dicho y redicho este país desde el siglo XIX. ¿Dónde están las obras de los Premios Nacionales? Más enterradas que los mismos muertos. Hay que reeditarlos, repartirlos en escuelas, bibliotecas, universidades.
¿Quién ha leído a Salvador Reyes, Manuel Rojas, Pezoa Véliz, Augusto D’Halmar, Marta Brunet? El olvido es un anaquel peligroso. Ojo con él.