jueves 8 mayo, 2008
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Regresando al Balneario

Regresando al Balneario


Hacia mucho tiempo que no viajaba a Constitución. Hermoso balneario que en sus mejores tiempos fue destino obligado de muchos chilenos y de grandes personajes.
Tenía capacidad hotelera, buenos y hermosos hoteles, de noble arquitectura. Sólo quedan leves vestigios de lo que fue alguna vez un soñada puerto y sus faluchos conocidos mundialmente. La increíble transitoriedad del ser humano. Las mismas calles, la misma plaza, la iglesia, el río y la isla, los botes que viajan al Rancho Astillero solo una vez al día, demorando una hora de viaje, aun saltan los peces alrededor del bote, como guías..

Recuerdo cuando nos íbamos por un mes a la casa de veraneo que tenían mis abuelos paternos.Disfrutábamos a cabalidad de sus bellezas y descubrimos los primeros amores en esas playas con mis hermanas. En las tardes nos gustaba subir al Cerro Mutrún, ubicado frente a la desembocadura del río Maule, podíamos ver la puesta de sol y gozábamos de esta amplia vista de la ciudad, los bosques, las playas con sus roqueríos, la boca del río y la barra. Desde ese lugar mis dos hermanos solían asustarme acercándose a la orilla peligrosamente sabiendo que el vértigo de verlos tan cerca de la caída, me mataba. El cerro de arena, era otro lugar obligado en las tardes, quien subía mas alto, era quien rodaba hasta las faldas, con un kilo de arena en la boca y todos los huesos descoyuntados, pero ganador. Volví, con mi hija de 13 y años y mis sobrinitos, desde el auto los veía subir y recordé, como se veía el mar desde arriba del cerro de arena, increíble, volver atrás y ver dibujarse las mismas escenas una y otra vez.

Hoy sigue igual la belleza de Constitución, pero la suciedad de sus playas es increíble y ese infernal olor a celulosa hirviendo Celco. Cuestión que recién esta en el tapete maulino como acusaba ayer 2 de Febrero el diario electrónico www.elmaucho.cl de Constitución “Nadie habla del metil mercaptano, prohibido por el convenio de Estocolmo, firmado por Chile, que es el que provoca el pestilente y dañino olor que ha matado a decenas de maulinos. Sólo en este año por concepto de cáncer derivado de la contaminación, han muerto siete personas de todas las edades. Se han necesitado ¡treinta años! para que de repente, les haya dado tanto amor por el medio ambiente y tanto respeto por la comunidad. Esta es una de las medidas mitigatorias contempladas en el proyecto, un parque al interior de la planta, que sería abierto al público durante el día y en el triángulo una plaza pública al final de la costanera, por donde hasta hoy circulan los camiones cargados con troncos. Esta plaza al igual que la costanera tiene el nombre del desaparecido presidente Salvador Allende, período durante el cual ya se construía la planta que sería rematada en favor de Angelini a precio vil, como todas las empresas del estado que hoy son patrimonio de grupos económicos.”

Constitución intenta seguir vivo, pero la pobreza, no permite avances, el deterioro de las calles es increíble, quien cuida sus amortiguadores, no puede dejar de arrepentirse de viajar en auto. Las calles estrechas ya no dan abasto, la misma tranquilidad de los transeúntes es increíbles, contra el transito es una norma, no una excepción de los ciclistas o de los que manejan triciclos. Uno de esos días fue tanta mi molestia, que baje la ventanilla de mi auto y le dije: Pero Caballero, no puede ir hacia allá, irá contra el trafico, al escucharme, rápidamente sonrió y me dijo, ¡pero si puedo, me voy por donde yo quiera y por donde me salga mas cerca!… ¡ puede! pero no debe le grité, al viento, porque, él igual se abrió camino entre mi auto y un furgón estacionado frente al disco Pare y a la salida de una compañía de bomberos. ¿ Y los perros? Esos si me terminaron de volver loca, ellos se acuestan, en la mitad de la calle, que uno se desvié, pero ellos… ¿moverse?… ¡ni locos! Y que decir de, como cruzan las calles los peatones, en paz, ellos son primeros, ellos cruzan donde sea, que los veamos nosotros, ellos se fían que sus vidas las cuidemos los que manejamos. Y no los estoy juzgando, solo me quede absorta, de tantas cosas que no veía hacia mucho tiempo, como cuando era niña, y me gustaba el olor que tenían las fruterías de Constitución y ese maravilloso olor del Buscarril, que se paseaba por todas las estaciones, la lindas uvas, las sabrosas tortillas de González Bastias y esa mala y detestable costumbre de mi padre, de bajarse y subirse cuando el tren ya iba en movimiento y nosotros asustados, pensando que se quedaría abajo y que nunca más le veríamos, el gozaba diabólicamente con ello, creo…

Hay cosas que continúan intactas, las mil y una vueltas, en la plaza de armas de esa ciudad. La artesanía en la noche se viste de fiesta en la plaza, música en vivo, autitos y juegos para los niños, pub, cafés, es igual que antes, todos paseándose de ida y de vuelta un girar interminable, pequeñas señales de modernidad, uno que otro cyber, muchos jóvenes con garrafas de vino, o cervezas a granel para esperar la actuación de algún artista en el escenario de la plaza.

La calidez de su gente está intacta, los almaceneros amables y risueños, bromean con facilidad, de cada cosa simple de la vida. En su mayoría acostumbran a poner filas de mercadería en las entradas, supuse que era para detener a quienes desean robar, entonces tropiezan con cajas y obstáculos al intentar huir, el precio del pan carísimo, el pescado inexistente, los estacionamiento son necesarios, aconsejan guardar el auto, ya que desde hace tiempo, los turistas han sufrido mas de algún robo, por dejarlos fuera. me cobraban $ 2.000, pesos diarios, y a mis primos que residen allí, $7.000, mensuales, un pequeño robo diario, pero dormir tranquila no tiene precio.

Nos fuimos un día por el puente nuevo, para cambiar de vista, y no pudimos más que asombrarnos de la calidad de esa carretera que comunica con la Trinchera, Iloca y Duao. Camino a esos balnearios esta primero Putu, pueblito cercano, pero antes está Quibolgo y a metros esta el Museo de Celco, bonito, interesante, una mezcla de “perdón por lo que le hicimos a este balneario, a su playas, a su entorno, a sus cuerpos a sus sueños, a su alma”, arrepentimientos tardíos después de lucrar con las vidas de tantos.

Volví, manejando con respeto, las innumerables curvas del camino y las empinadas cuestas, sin antes pasar a disfrutar de los ricos helados del Loncomilla, detención obligada de todos los que regresan de la playa, pero no se que disfrutamos, si las moscas están a granel. Bueno pero los cuchuflies con chocolate y el suspiro limeño son tentables siempre.

Autor/Fuente
Sylvia Rojas Columna para el Diario Ciudadano de VII Región http://www.elamaule.cl
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