sábado 13 septiembre, 2008
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Quelentaro

Quelentaro

La de Quelentaro ha sido una carrera extensa, aunque marginal a los medios masivos de difusión. El grupo ha impuesto su nombre asociado a una música popular pero solemne, que se aprende a escuchar con la concentración que exige un trabajo alabado sobre todo por la profundidad de sus versos. Según el poeta Raúl Zurita, Quelentaro «no sólo representa una forma más profunda de entender nuestra pertenencia latinoamericana […] sino algo que trasciende el tiempo; tal vez porque nos está mostrando aquel punto central que se mantiene intacto, no tocado, sean cuales sean los avatares de la historia, del tiempo y de la vida».

Si bien suele circunscribirse su trabajo al flujo creativo de la Nueva Canción Chilena, el rigor obligaría a ubicar a Quelentaro en un cauce aparte. Su origen geográfico y social, los temas de sus canciones, lo radical de sus opiniones y, por cierto, su estilo musical, no siempre coinciden con las características de sus compañeros de generación. «La Nueva Canción nos vomitó, tal como todos los medios. No nos quedó otra que seguir solos», es el diagnóstico de Gastón Guzmán. Aunque nacidos como un grupo, casi toda la historia de Quelentaro ha sido la del dúo que terminaron afianzando los hermanos Gastón y Eduardo Guzmán, cantautores que se han sostenido incluso ante el quiebre impuesto por el exilio y la marginación.

De Angol a Rapel

Los hermanos Gastón (n. 1936) y Eduardo Guzmán Muñoz (n. 1940) crecieron en un hogar de Angol, una ciudad sureña que muchos años después de su emigración a Santiago terminó bautizando una calle con el nombre Quelentaro (palabra con la que en mapudungún se hace referencia a ciertas aves de rapiña).

Su familia, compuesta por sus padres y otros seis hermanos, tenía una afición profunda por la música, con un intercambio constante con payadores y folcloristas, y con el canto y la guitarra insertos en su rutina de un modo natural. Según ellos, la pobreza les impuso el gusto por la lectura. «Una de las maneras de salir de la mierda era estudiando, y ya en el colegio comenzamos a leer muchísimo», recuerda Gastón.

Quelentaro

Luego de terminar sus estudios en el Liceo de Hombres de Angol, el trabajo llevó a Eduardo a la sureña central hidroeléctrica de Pullinque y a Gastón, a una escuela agrícola. Pero coincidieron un año más tarde en Rapel, donde ingresaron a trabajar para la compañía Endesa. Terminó siendo ese pueblo, construido en torno a la actividad que generaba entonces la enorme represa, el que atestiguó el nacimiento de Quelentaro.

Con un préstamo de la empresa, los hermanos Guzmán financiaron a principios de los años ’60 una primera grabación: el single «El letrado». Sus primeros auditores fueron sus compañeros de trabajo, que comenzaron a distribuir el disco a través de los empleados de esa compañía por todo Chile. Al poco tiempo, Quelentaro se convirtió en quinteto, con el ingreso de Valericio Leppe, Eladio López y Arnaldo Álvarez, y el grupo se presentó al principio como Conjunto Quelentaro.

La música que comenzaron a trabajar como conjunto, más compleja en sus armonías vocales, llegó a los oídos de su entonces admirada Violeta Parra, a quien invitaron a un concierto para los trabajadores de Endesa, en 1962. Admirada también del trabajo del grupo, Violeta los invitó a participar de un disco suyo con varios invitados, y que en 1966 se publicó con el título La carpa de La Reina. Allí Quelentaro incluyó los temas «El joven para casarse» y «Atención, mozos solteros».

No pasó mucho tiempo hasta que se interesó en ellos la compañía EMI Odeon. En esa disquera el grupo publicó un nuevo single («El palomo»), y pudo concluir al fin su debut largaduración. Ese primer LP se llamó Coplas al viento y fue publicado en 1966 (la carátula atribuye el trabajo a Voces del Quelentaro). Su segundo álbum, Huella campesina (1968), fue el último con formación de quinteto. Al retiro de López y Álvarez se sumó más tarde el de Valericio Leppe, quien formó al poco tiempo el Dúo Coirón.

Leña gruesa, el debut de Quelentaro como dúo, fue un disco fundamental para fortalecer su estilo, con una copla homónima de diecisiete minutos de duración, alegatos sin rodeos contra el mundo político («Político Castro Mena») y los servicios públicos mal administrados («Tos y sangre»), un guiño a los conflictos limítrofes con Argentina («Nos quieren echar al mar») y uno de los temas más famosos de su repertorio: «Voces del Quelentaro».

Su relación con la Nueva Canción Chilena

Desde un principio no hubo más escuela musical para el grupo que la raíz folclórica, aunque ampliada por los muchos recuerdos que el dúo acumulaba de su infancia en el sur. En letras, alternaban lo tradicional (con varias canciones del folclor latinoamericano y Atahualpa Yupanqui como gran referente) con lo social, siempre desde el punto de vista del trabajador que intentaba sobrevivir según los códigos de lo rural y la provincia.

Un impacto profundo les produjo escuchar por primera vez «Arriba la cordillera», de Patricio Manns. «Al fin había una canción que podía ser la realidad misma de la vida», recuerdan los hermanos Guzmán en el libro Por dentro, escrito por Antolín Guzmán. Reflejo de ese impacto fue su LP Cesante, lleno de relatos que encarnaban con nombres y apellidos las visicitudes de los trabajadores chilenos. «Uno canta tantas veces los recuerdos de otras personas. Atahualpa Yupanqui dijo: Lo que a otros les pasaba también me pasaba a mí. En nosotros hay una mezcla del conocimiento o experiencia campesina con el conocimiento o experiencia del vivir en la ciudad. No somos cantores esencialmente agrarios, también hemos cantado a las labores ciudadanas: al carpintero, al panadero, al obrero, al minero, a los profesores», explican.

La peculiaridad de su abordaje artístico se anclaba en el formato de sus versos, pues Quelentaro fue el primer grupo de su época que utilizó la forma de la copla (que tan importante resultaría luego para gente como Tito Fernández). La copla suele definirse como «un cantar hablado», y para los años ’60 ya era una forma difundida en países como Argentina y Venezuela (se cree que su origen es español). En su caso, eran versos redactados con las más grandes plumas de la época en mente, pues los Guzmán se caracterizaron desde siempre su gusto por la literatura, con especial énfasis en autores como Borges, Cortázar, Armando Tejada Gómez y Ramón Gómez de la Serna.

Su circuito de presentaciones se daba entonces en auditorios radiales y peñas. El período de la Unidad Popular fue un tiempo vital para Quelentaro, que se mantuvo al ritmo de publicar al menos un álbum por año y afinó aún más la punta de sus dardos en verso. Incluso dentro del movimiento de Nueva Canción Chilena, sus canciones de la época eran de un inusual atrevimiento, con coplas dirigidas hasta contra El Vaticano y las jerarquías partidarias. «En comparación con lo que hacíamos, los cantantes de la Nueva Canción parecían niños de colegio de curas», dice ahora Gastón Guzmán. Esto marginó al grupo de instancias tradicionales de difusión de la canción comprometida en esa época, como el sello Dicap, del Partido Comunista. «Simplemente nos parecía mal cambiar la bandera del pueblo, por la de un color determinado», explican.

Coplas libertarias a la Historia de Chile fue su proyecto más ambicioso de ese período; un trabajo que el dúo definió como «nuestra tesis universitaria» y en el cual se abocaron a elaborar «una narrativa octosilábica de la Historia de Chile desde una perspectiva humanista», y abocada sólo al período de nuestra Independencia. De los pretendidos seis discos se terminaron publicando sólo dos, aunque otros dos quedaron escritos. Para los hermanos Guzmán, el esfuerzo es valioso como alternativa a las lecciones oficiales con que aprendemos los chilenos sobre nuestro país. «En los colegios enseñan normalmente una historia muy oficial, y el aspecto más humano de los llamados padres de la patria no está. Eso hicimos nosotros», explican.

Quelentaro

Divididos por el exilio

El Golpe de Estado podría haber marcado la disolución definitiva del dúo. En septiembre de 1973, mientras cursaba estudios universitarios de música, Eduardo Guzmán fue enviado al exilio por la nueva administración militar. Partió primero a Mendoza junto a su esposa y sus tres hijos, y tras el paso por otro par de ciudades argentinas, viajó a establecerse de modo definitivo en Canadá.

Fueron tres años de completo silencio musical, y no sólo para los Guzmán. El exilio de Quilapayún, Inti-Illimani y los hermanos Parra, el asesinato de Víctor Jara y las represivas medidas de los militares (censura, toque de queda) hacían impensable mantener un ritmo de conciertos como el de antaño. Sin embargo, y pese a la insalvable separación, la dupla decidió mantener el nombre de Quelentaro con un trabajo a distancia.

Así, y durante varios años, Eduardo se mantuvo enviando ideas de temas a su hermano en Santiago, quien a su vez los iba completando y mostrando en presentaciones solistas en vivo. Nacieron así canciones como «Qué de caminos» (basada en una larga carta) y «Milonga para Celinda» (dedicada a su madre). Los hermanos sentían como una responsabilidad mantener el nombre del grupo en un período de la Historia de Chile que parecía oponerse a todo aquello contra lo cual habían cantado alguna vez.

El recuerdo poderoso de su trabajo a dúo y la creciente inquietud europea por la situación político-social chilena permitió a Gastón organizar una primera reunión con su hermano en Alemania. Ambos emprendieron entonces una gira europea que los llevó también por Holanda, Suecia, Bélgica, Francia, Rumania y España. Vinieron más tarde otras posibilidades de conciertos internacionales, y para principios de los años 80 las presentaciones de Quelentaro en el extranjero eran un asunto regular. Durante más de una década la vida de Gastón Guzmán se dividió anualmente en dos: seis meses en Chile y otros seis en giras por el exterior. Del período se destacan presentaciones suyas en la televisión española y la BBC inglesa. El dúo logró además trabajar álbumes nuevos en Argentina y España.

Sus composiciones se fueron ampliando en temática y arreglos. Tiempo de amor (1976), por ejemplo, fue un álbum de poderosa poesía romántica («el amor también es revolucionario», recordaron al presentarlo), con clásicos de su repertorio como «Se me asoma tu nombre» y «Desde mi cuarto». El LP Buscando siembra (1979) incluyó «Copla del hijo», otro de sus temas recordados. En el disco Lonconao (1982), el dúo se abrió por primera vez a la utilización de más timbres instrumentales, como los de la flauta y el charango.

La orden de exilio de Eduardo Guzmán fue levantada a fines de los ’80, y el dúo realizó masivas presentaciones de regreso, con una serie que incluyó cuatro conciertos en un teatro California copado de público y otras dos funciones en el Cariola. Más tarde, un actuación suya en el capitalino teatro Gran Palace fue grabada y editada luego como disco bajo el título Quelentaro en vivo (con tres temas antes inéditos).

En democracia, Quelentaro se ha mantenido como un proyecto musical activo, aunque al margen de los medios de comunicación y las radios. El grupo sigue publicando álbumes por Alerce, entre los que se destaca 8 de marzo (1996), construido en torno a reflexiones sobre la mujer, y realiza presentaciones principalmente en provincias.

Su talento y aporte al cauce popular chileno fue reconocido de modo oficial en 2002, cuando el gobierno de Ricardo Lagos le otorgó al dúo el premio Presidente de la República en la categoría de folclor. Poco antes, los hermanos Guzmán habían firmado juntos el libro Anocheciendo, con el recuento escrito de varias de sus composiciones.

Autor/Fuente
Marisol García http://www.musicapopular.cl
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