miércoles 5 octubre, 2011
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El Plebiscito, 5 de Octubre de 1988

El 5 de Octubre de 1988 se le dio un vuelco a nuestra historia política. Hace 23 años la mayoría conformada por un 54,7 por ciento de la población votante escogió NO al régimen de Augusto Pinochet poniendo fin a 16 años de dictadura. Tras oficializarse los resultados no sin alguna negativa por parte de los derrotados se inició la transición que devolvería la democracia e instalaría a un Presidente constitucional electo.

La movilización social generada a partir de las portestas nacionales a mediados de los años 80 terminó por hacer que el gobierno militar llamara a plebiscito para el 5 de Octubre de 1988. Existirían 2 opciones el SÍ y el NO. El triunfo del SÍ representaba la continuidad del régimen tomando éste legalidad ante la sociedad y los veedores extranjeros; Por otro lado la opción NO significaba el término de la dictadura y la vuelta al sistema democrático que se había interrumpido el 11 de Septiembre de 1973.

Pese a que se pensó en algún momento que el régimen buscaría para la consulta ciudadana un candidato civil y que representara consenso, cinco semanas antes de la votación los comandantes en jefe designaron como candidato único y representante del gobierno militar al General Pinochet.

Entre el 5 de septiembre y el 1 de octubre, se emitió una franja televisiva con las campañas propagandísticas del oficialismo y la oposición. Este espacio político tuvo una altísima sintonía, y significó para muchos la gran jugada de los que representaban el NO, pues su propuesta estaba lejos del terror y sesgo de su competidora, sino que representaba frescura e originalidad.

Al momento de la votación un 92% de quienes podían votar estaba inscrito en los registros electorales.

Finalmente ganó el NO y todo parecía brillar, la gente se agolpó en las calles y más que celebrar el triunfo de una ideología se celebraba «libertad», el desprecio a las dictaduras (sean cual sean sus ideologías) como tan bien lo expresó Martín Hopenhayn «Lo público recobró sentido como el lugar de encuentros, abrazos, pálpitos y púlpitos improvisados. Volvió la música a la sangre de la ciudad y volvió, también, la sensación de un Chile histórico poblado por movimientos de masas y epopeyas de cambio. Las noticias premonitorias o reveladoras fueron, por un breve lapso, pan de cada día. No faltaban las razones para anticipar, celebrar o gritar. Los chilenos salieron del espacio privado en que estuvieron largamente recluidos para saborear el néctar de la nueva epopeya política.»

«Por eso el plebiscito fue la inflexión en más de un sentido: tránsito de la dictadura a la democracia, del rigor de la coerción a la fiesta de la libertad, de la reclusión en casa a la ocupación de la calle, y más simple aún: de la depresión a la alegría.»

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