martes 2 octubre, 2012
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El Desastre de Rancagua

Un día como hoy pero el año 1814 comienza la batalla de Rancagua que posteriormente pasaría a denominarse «Desastre de Rancagua» debido a que la derrota patriota produjo la díaspora del gobierno de facto y de familias completas hacia Mendoza, huyéndo de las represalias a las que podrían ser sometidos por apoyar la causa independentista. La Patria Vieja termina con éste acontecimiento y habría que esperar hasta Febrero de 1817 para que el Ejército de los Andes al mando de José de San Martín comenzara con la reconquista patriota y diera paso a la Patria Nueva.

Ensoberbecido con la expectativa de triunfar sobre gentes minadas por sus odios internos, Osorio dirigía el 20 de Agosto de 1814 un oficio irónico  “a los que mandaban en Chile”, anunciándoles que el Tratado de Lircay  era nulo  y  exigiéndoles que en diez días depusiesen las armas y se sometiesen al régimen. En un pasaje  de ese oficio dice Ososio: “Yo, los oficiales y  tropas que hemos llegado a este reino, venimos o con la oliva en la mano proponiendo la paz, o con la espada y el fuego a no dejar piedra sobre piedra en los pueblos que sordos a mi voz quieran seguir su propia volunlad.”

Un parlamentario,  el capitán Pasquel, llevó esta misiva.  El terrible presbitero  Uribe se enfureció con el  parlamentario  y  lo metió  a la  cárcel pública  “porque habia dicho  muchas insolencias”, dice  Carresa,  y  agrega  que se le puso una barra de grillos para que pagase estos insultos.” La contestación se le remitió a Osorio con el trompeta que acompañó a Pasquel.

O’Higgins, con  un  patriotismo superior  que nunca  lo abandonó, hizo saber a Carrera que los momentos  no eran para discordias y  que debía buscarse un arreglo inmediato que permitiese salvar a  la  patria de la amenaza de Osorio. A  Osorio le había  contestado  Carrera el 29  de Agosto  diciéndole  que  ‘‘la  nueva  agresión  de  Ud.  lo  hará criminal delante de Dios, del Rey y del mundo  entero si en  el momento no  desiste desamparando  nuestro territorio.”  iTodavía se hablaba de la obediencia al Rey!

El 2  de Septiembre de 1814 O’Higgins y Carrera celebraron  a solas una  conferencia cerca del rio  Maipo.  “A las once del  día nos  juntamos en los callejones de Tango, que era el paraje destinado”,  dice Carrera.  “Aunque  tratamos hasta las oraciones, ni yo sé lo que nos quitó tanto tiempo.”  Se separaron en forma  cordial per0 sin llegar  a acuerdo alguno.  AI día siguiente O’Higgins fué a Santiago y reconoció  al Gobierno  existente,  “único  partido que le quedaba”, dice Carrera, y agrega:  “Se alojaron todos ellos en casa y fueron tratados sin la más pequeña demostración de  resentimiento.  O’Higgins me  juró  muchas  veces  su sincera  amistad  y  procuró  que  me  satisfaciese  de tantas protestas.”

O‘Higgins y  Carrera recorrieron  juntos  las  calles  de Santiago visitando  los cuarteles.  El  5 de Septiembre de 1814  aparece en  el  Diario  de  Carrera esta  única  frase: “O’Higgins volvió  a  su  división  para  ocupar a  Rancagua luego  que  estuviera  reorganizada.”  Es  el primer  anuncio de la concentración precursora del desastre.

El plan  de campada para resistir  el avance de Osorio fué objeto de grandes cavilaciones. Unos querían defender la  línea  del río  Cachapoal.  Otros  proponían  resguardar la Angostura de Paine, donde el valle central de Chile deja só10  un  pequeño  desfiladero.  O’Higgins,  desorientado, no sabía  qué  partido  tomar,  y  por fin le  escribía a  Carrera diciédole: “El punto de Rancagua es de suma importancia para el enemigo, y para nosotros no hay otro igual en todo el  reino.  Se  puede  hacer  en  él  una  vigorosa  defensa sin exponer mucha  tropa  ni aventurar la  acción,  aun  cuando nuestra  Fuerza  sea  la cuarta parte  menor.”

Las Angosturas de Paine en que Carrera pensó en un momento, fueron  abandonadas  con  líneas  de  defensa recién  comenzadas porque había por Aculeo otro camino que permitía  pasar  con  artillería  de  montaña  y envolver  las tropas  que  estuviesen  defendiendo  ese  punto.

Con fecha 14 de Septiembre le  decía O’Higgins a Carrera: “Ya es tiempo de reunir el grande ejército. Ud. debe ocupar el lugar de generalísimo.  Es precis0 salvar a Chile a costa de nuestra sangre.  Yo a su lado serviré de edecán, ya  dirigiendo cualquiera división, pequeña  partida  o  manejando  el  fusil.  Es  necesario  para la  conservación del Estado no perdonar  clase alguna de sacrificios.  El influjo de Ud. en el ejército,  alguno pequeño mío reunido, será alguna  ayuda.”  Y  terminaba  la  carta  diciendo:  “Adiós, mi amigo, soy el de siempre.”

O’Higgins estaba  persuadido  que Rancagua,  bien  de-fendido, era  inexpugnable,  y  le  pedía  a Carrera  grandes refuerzos.  Al  propio tiempo Carrera le pedía  a O’Biggins que defendiese las Angosturas de Paine.  Entretanto Osorio, que había salido de Talca el 15 de Septiembre, comenzaba el  1 de Octubre el memorable sitio de Rancagua en que la Patria Vieja se eclipsó en un  glorioso desastre.

Rancagua, trazada según el plan del Presidente Manso de Velasco, formaba entonces un cuadrado perfectamente regular,  y  Q’Higgins, sitiado por  las fuerzas superiores de Osorio, conformó a esa figura geométrica su  plan de defensa.  En la plaza de la ciudad concentró sus tropas.  La torre de la Iglesia de la Merced le sirvió de mirador, y desde lo alto  del  campanario escudriñaba el  horizonte para medir las fuerzas del adversario y para ver,  cuando  ya  estaba a punto de sucumbir en la mañana del 2 de Octubre, si llegaba en su  auxilio la división maltrecha e insuficiente que comandaba Carrera.  Resueltos  a  pelear  hasta  la  muerte, sitiadores y sitiados enarbolaban pendones negros.  Ni daban ni pedian cuartel. “iViva la Patria!”  gritaban los sitiados.  “iRendirse, traidores!” respondían  los sitiadores.  Y después de  dos  días  en  que  los sitiados no conocieron ni la comida, ni el sueño, y en los cuales, como dice la relación del combate  dictada  por el  propio  O’Higgins,  “los  cadáveres  servían  para  guarecerse contra  las  balas  enemigas o para tapar las brechas abiertas por el cañon”,  éste, en un arranque de heroísm0 y desesperación, se abrió paso  entre las fuerzas realistas con  300  combatientes y pudo emigrar poco  después  a  Mendoza  a  rehacer  con  San Martín  el Ejército Patriota que  habría de vengar esta derrota en los campos de Chacabuco y de Maipú.

Hasta su  muerte sostuvo Carrera  que  el  desastre  de Rancagua  no  se  habría  producido  sin  la  obstinación  de O’Higgins para encerrarse allí  en  vez  de  conservar su  libertad  de  movimientos  reuniéndose  al  resto  del  ejército de Carrera que había  acudido a  contener a los realistas en las  angosturas  de  Paine, cuatro  leguas  al  Norte  de aquel pueblo.  Y aun agregaba que si O’Higgins, en vez de intentar,  como  lo  hizo,  una  salida,  se hubiese sostenido  unas horas más, hasta que su ejército hubiese  atacado a los realistas,  estos últimos  no  habrían  podido  resistir  y  habrían tenido  que  replegarse sobre Concepción.  “Pudo  haberse sostenido y no quiso hacerlo, a pesar de sus órdenes, porque sin duda  tenía su plan formado.”

Los  fugitivos de Rancagua llevaron  a  Santiago la  terrible  nueva.  El  iracundo Uribe  impartió  instrucciones feroces al Gobernador de Valparaiso.  “Al momento incendie  US.  los buques  y  dejando  a  Valparaíso  en  esqueleto, retírese  con  todas las fuerzas a  ésta  capital sin  perder  un instante.”  Con  una actividad  prodigiosa  hacia empaquetar loss caudades de la Casa de Moneda y  anunciaba públicamente el  abandon0  de  la ciudad.

Al  amanecer del 3 de Octubre llegaba  a  Santiago don José Miguel Carrera y rectificaba  las primeras  órdenes  de Uribe diciéndole al  Gobernador  de Valparaíso  que si  hubiesen quedado algunos buques menores después de la orden anterior de incendiarlos, los hiciese marchar hacia Coquim-bo  con  cañones  y pertrechos,  y  le  agregaba: “Se encarga de nuevo  a U.S que no deje otra  cosa  que escombros.”

Carrera había resuelto abandonar Santiago, recogiéndo previamente todo lo que tenía  algún valor:  caudales de la Casa de Moneda, plata labrada de las iglesias y  conventos, todo lo que, según el propio Carrera, sumaba alrededor de trescientos mil pesos de la época.  En su Diario  dice, con fecha 4 de Octubre de  1314: “Para  no  dejarle  al enemigo algunas cosas  que  pudiesen  aumentar su  erario  o  proporcionarle recursos  para la  guerra, dispuse  y  por mi mismo hice  saquear,  a  los pobres,  la  administración  de  tabacos que encerraría  el valor  de 200,000 pesos; en menos de dos horas estaba la casa tan limpia que no le dejaron ni las puertas de la calle.  La provisión general sufrió la misma suerte. La  maestransa de  artillería,  loss  repuestos  de  madera  y  todo el cureñaje que no se había podido conducir, se entregó  al fuego.  Los  cuarteles fueron saqueados.  La  casa fábrica de fusiles también fué saqueada de mi orden, después de extraer de ella lo más útil que se podía conducir, y cuando estuvo perfectamente saqueada, se le dió fuego. La casa de  pólvora  y  sus  molinos  también fueron destruidos  al fuego. ”

Hizo  desarmar también  la imprenta en  que  se había impreso  “La  Aurora”  y  recoger  todos  los  archivos de gobierno, que,  por  desgracia, se perdieron  con  este  motivo en gran parte.

Jose Miguel Carrera, a la  cabeza de las tropas  derrotadas salía  camino de  Santa Rosa  de Los Andes  para  llegar a Mendoza.  Nunca debía volver a Santiago.  En Santa Rosa  de  los Andes quiso reorganizar su ejército  para  replegarse sobre Coquimbo y  empezar  allí  una  campaña de resistencia;  per0  Osorio  había salido  el  6  de  Octubre  de Santiago por la cuesta de Chacabuco a perseguir a los fugitivos.  No  tuvo mas remedio que retirarse hacia  la  cordillera para  “seguir de allí  a socorrer  a Coquimbo mediante la protección  que debiamos experimentar de nuestros aliados’  como  dice  en su  Diario.  O’Higgins ya  estaba  en Mendoza.  Osorio dejaba sometido de nuevo al zarandeado reino de Chile a la Corona de España. Grandes fueron los sufrimientos de los emigrados que atravesaron  Los Andes, cubiertos de una  espesa  capa de nieve  a  pesar de la  estación.  Llevaban además el frío en el alma y acaso el remordimiento en la conciencia. ¡Sí sólo hubiese reinado un poco más de  concordia  entre  ellos!    Mendoza,  que  por  tantos años había  sido  parte de Chile,  los recibió  con  los brazos abiertos.  Gobernaba  la  provincia  el  coronel  don Jose  de San Martín, que al tener noticia, el 9 de Octubre, del desastre de Rancagua,  había  enviado a la cordillera más de mil mulas para facilitar  la retirada  de  los patriotas,  asi  como todos  los víveres  que  pudo procurarse.  O’Higgins encontró en San Martín una acogida franca y calurosa.  Carrera se encontró con éste en el paso de  Uspallata, y los dos  caudillos siguieron su camino sin saludarse. ¡Mal comenzaba para Carrera la etapa del destierro y de la reconquista española de Chile!

 

Autor/Fuente
Agustín Edwards Extracto del libro "Desastre de Rancagua y fuga a Mendoza. Abdicación y destierro". http://www.memoriachilena.cl/
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