El costo energético de un edificio de altura

Los llamados “edificios” tal como los conoce la gente, son aquella parte de las edificaciones de una ciudad que se caracterizan por su tamaño, la cantidad de pisos y sus enormes estructuras. En Chile, por cuestiones sísmicas y también de costos, los edificios son fundamentalmente de acero y hormigón. Son por ello estructuras originalmente muy sólidas, que si cumplen bien con las normas y las leyes, serán capaces de soportar los fuertes terremotos que nos caracterizan.
La primera Pregunta: ¿que hacer con estas obras cuando de veras obsolecen?. La segunda pregunta es si una construcción de este tipo ¿podría llegar a ser por ejemplo «patrimonial»? o ¿ tendrá en corto tiempo histórico problemas de fatiga de materiales, fallas en el acero y hormigón que ya están predichas por la ciencia de los materiales?.
En el planeta Tierra estas construcciones en altura tienen cerca de cien años de historia, en Chile menos de 60, Es probable que muchos de estos antiguos edificios estén llegando a su edad límite y deban ser derribados por obsolescencia de habitabilidad o por ser estructuralmente peligrosos, cosa que ocurre con frecuencia en los cascos antiguos de la Europa de post guerra.
Una casa de dos o tres pisos, de madera, tabiquerías mixtas, albañilería, incluso adobe, podría durar más de un siglo con la adecuada mantención. logro que puede ser difícil de alcanzar para un edificio de hormigón armado de decenas de pisos, con miles de toneladas cargando y fatigando sus estructuras inferiores.
Vale decir, estamos posiblemente a las puertas, durante el transcurso del siglo XXI de la obsolescencia sistémica, habitacional, estructural de millones de toneladas de acero, áridos, hormigón etc. que levantamos durante la primera mitad del siglo XX . Eso tiene su costo, su impacto ambiental y por supuesto su impacto en la ciudad.
Siendo la energía y los usos energéticos uno de los puntos críticos de nuestro modelo de desarrollo, sobre todo por sus impactos ambientales, cabe entonces preguntarse cuanta energía consumen los edificios en toda su existencia, y que es lo que debiera hacerse con toda esa masa de materiales al final de su vida útil.
En primer lugar, cada material que podemos encontrar en un edificio, ha costado desde su origen una cierta cantidad de energía, la producción de cemento requiere de mucha energía, refinar, fundir y moldear el acero también, igualmente onerosos resultan el hacer ventanas de aluminio, cables de cobre, fundir vidrios y cerámicos, si a esto se agrega la cantidad de energía usada durante el proceso constructivo se tiene, sólo al construir, el consumo de una notable cantidad de energía, que siendo mayoritariamente no renovable, ya ha tenido un impacto ambiental registrable. Todas las fusiones y calcinaciones recurren en Chile a combustibles que aportan al calentamiento global e incluso pueden ser potencialmente peligrosos en entornos cercanos: Por dar un ejemplo local Cemento Melón ha logrado los permisos ambientales para quema de neumáticos usados para calentar su horno Nº 9, incluso se plantea el uso del cuestionado petcoke para la misma función. Ambos son desechos de difícil disposición, lo que es solucionado por su quema, pero sobre los cuales pesan cuestionamientos ambientales respecto de sus emisiones. Fabricar un solo ladrillo, supongamos artesanal, consume de 1 a 2 kilogramos de leña. En resumen, en la sola construcción de un edificio, ya hay detrás un impacto energético y ambiental notable.
Después viene la vida útil del edificio, con calderas, calefactores, ascensores, luces, comunicaciones, incluso aire acondicionado, algo que en Chile delata el mal diseño energético en la arquitectura. En los 60 o cien años de vida útil, el edificio habrá gastado otra enorme cantidad de energía. Muchas veces es demostrable que una buena parte de esa energía se hubiese ahorrado, si el diseño hubiese sido energéticamente inteligente, hubiese aprovechado bien las energías disponibles, las masas inerciales y los aislantes, hubiese iluminado naturalmente de día, eficientemente de noche, ventilado naturalmente siempre y usado eficientemente su agua. Hoy en día esto se llama eficiencia energética en el diseño, algo que está muy lejos aun de la actual mentalidad de la arquitectura, algo que la UTFSM inculca en las futuras generaciones de arquitectos. Enseñar a diseñar de un modo energéticamente inteligente es un asunto de responsabilidad ambiental
Finalmente el edificio muere, obsolece su estructura, obsolecen sus sistemas y redes, obsolece incluso su diseño y su muerte cuesta más energía, Todos esos materiales que costaron tanta energía se convierten, usando más energía, en escombros. Los escombros de la construcción, por ejemplo en Santiago, alcanzan cifras mayores en toneladas que las basuras domiciliarias. Todo un lío para la ciudad que se evitaría si al diseñar un edificio nuevo se pensase el la reciclabilidad de los materiales o en su disposición final inteligente.. Algo que viene avanzando por Europa y que por imitación llegará a Chile más temprano que tarde. Cada parte de un edificio tiene un valor un uso y una posibilidad de reciclaje a menor costo que el procurar nuevos materiales.
Durante este siglo la reciclabilidad de los materiales en la edificación será un tema relevante, durante este siglo muchos rascacielos alcanzarán su obsolescencia y generarán una interesante crisis urbana en los núcleos más densos de la ciudad. Estamos comenzando a pensar en ello, la energía y la sustentabilidad de nuestro desarrollo es el centro de este pensamiento. La aun teórica sustentabilidad de la edificación es desde ya una responsabilidad enorme de la arquitectura contemporánea.