lunes 21 septiembre, 2009
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Chile, país de volantines

Los volantines ya tenían una larga historia al llegar a Chile, en el siglo XVIII. Sin embargo, nuestro país supo hacer un respetable aporte al inventar el carrete, rápidamente adoptado en todo el mundo.

La tradición nos hizo pensar durante mucho tiempo que el origen de los cometas se hallaba en China, aproximadamente doscientos años antes de Cristo. Sin embargo las últimas investigaciones lo sitúan hacia el año 1500 a.C., en el territorio que comprende actualmente Indonesia. Desde dicha región, poblada por hábiles navegantes y conocedores del viento, se habría difundido hacia el Pacífico y el Asia continental.

Los mongoles los utilizaron con fines bélicos en 1241 para espantar a los soldados polacos, haciéndolos chisporrotear y soltar humo en el cielo. Más tarde los vemos en forma de cuadrados o rombos como juguetes para los niños, o como parte de los espectáculos de fuegos artificiales, con forma de dragones rellenos de pólvora o rombos con petardos amarrados a la cola.

En 1752 Benjamín Franklin, encumbrando un cometa durante una tormenta descubrirá los efectos de las corrientes eléctricas en el cielo. Tuvo mucha, mucha, mucha suerte en no morir fulminado por un rayo, en parte porque mantuvo el hilo seco durante la mayor cantidad de tiempo posible. Pero otros científicos que quisieron hacer lo mismo murieron instantáneamente al ser alcanzados por las descargas eléctricas.

Luego, serán los científicos los más entusiastas seguidores de los cometas, pensando quizás en la posibilidad de conquistar el cielo subiéndose a ellos.

Los volantines son la versión chilena, y se conocen desde el siglo XVII, cuando los sacerdotes misioneros, principalmente benedictinos trajeron la costumbre de encumbrarlos y de competir entre sí por derribar los otros volantines usando hilo curado (mezcla de vidrio molido con pegatina, adherido al hilo, actualmente prohibido por la legislación chilena). Se afirma que hasta Don Ambrosio O’Higgins era un entusiasta de este deporte, que muy pronto se convirtió en una importante tradición chilena.

Medalla de plata para Chile.
La gran tradición volantinera de nuestro país ha rendido frutos: César Gutiérrez fue vice campeón mundial de volantines, en el Festival de Dieppe (Francia) 2002, el más grande a nivel internacional. Más de 1500 volantineros de todo el mundo se reúnen cada dos años en el lugar para luchar por el primer lugar en las diferentes categorías.

Entre las modalidades del certamen están las de acrobacia, diseño, cometas, y combate, en la que sobresalió el chileno.

Una de las cosas que más impresionó a César en su viaje a Francia fueron los diseños de cometas: “la gente que fabrica cometas diseña cosas muy complejas desde el punto de vista aerodinamico, llevan a la relalidad objetos que jamás pensarías que se pueden encumbrar, hasta que llega el momento y ves que se encumbran”. De hecho, uno de los reperesentantes de China en el festival de Dieppe es un ingeniero nuclear, enviado por el gobierno a competir para demostrar los avances de su país en el diseño aerodinámico; “llega con cosas que no te imaginas que se puedan encumbrar, dices que no puede ser pero es real”, continúa César.

El primer volantin lo hizo a los 8 años, y llevaba los colores del emblema patrio. No sabía bien cómo encumbrarlo pero lo logró colocándole una gran cola. Y este es un secreto muy útil para los principiantes: para poder estabilizar un volantín en el aire, si no se tiene mucha experiencia, es bueno ponerle una cola de papel o de lana.

Chile, país de volantines

Un Einstein chileno en la historia del volantín
Uno de los aportes más espectaculares de nuestro país a la historia de volantines y cometas fue el invento del carrete; César Gutiérrez lo dice con todas sus letras: “es un invento increíble del chileno Guillermo Prado, es lo más versátil para encumbrar volantines, puedo decir con orgullo que está repartido en todo el mundo”.

Guillermo Prado murió hace pocos años a una edad avanzada, no lo podemos entrevistar a él, peo sí a su nieto, Boris Prado, que creció inmerso en la tradición volantinera y no oculta el entusiasmo al hablar de su abuelo: “se sintió igual que Einstein al inventar el carrete (cuenta), y nunca quiso patentar su invento porque rechazaba la idea de hacerse millonario por eso”. Antes del invento de Guillermo Prado, se usaban pelotas de hilo que daban vueltas en todas direcciones, o envases plasticos artesanales, al encumbrar volantines, lo que dificultaba enormemente enrollar el hilo.

“Este aparato que sirve tanto, la gente lo usa tan remal”, le escuchaba decir Boris a su abuelo. En efecto, ante la gran facilidad de maniobrar el volantín con l ayuda del carrete, las personas dejaron de usar las manos para echar a correr el hilo: “hasta inventaron la comisión a la recogida, que era la más sucia que podia existir según mi abuelo, él decía que era como pegar combos a la maleta”.

Comisión a la recogida se le llama al acto de cortar un volantín recogiendo el hilo, usando hilo curado. Por oposición existe la comisión al alargue (o a lo hombre), que consiste en cortar el hilo contrario soltando prácticamente todo el hilo que se tiene disponible.

Se le llama hilo curado al hilo al que se le ha añadido vidrio molido con pegatina; actualmente ha sido prohibido por la ley chilena debido a los numeros accidentes que provocaba.

La creatividad de Guillermo Prado no se quedó allí; realizó muchos inventos, todos relacionados con el aire, entre los que se cuenta una mariposa artificial que vuela como una libélula y hasta un pequeño disco volador que suscitó el interés de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Ël era profesor de aeronáutica en la FACH y durante un evento de aeromodelismo en los años 50, su proyecto fue presentado ante algunos oficiales estadounidenses. “Mi abuelo destruyó los planos apenas supo que querían comprárselos, se asustó porque temía que fueran usados con fines bélicos” recuerda Boris.

Nieto de tigre
Boris Prado aprendió a fabricar volantines con su abuelo cuando tenía tan sólo tres años, y a los 10 años ya sabía hacerlos tan bien como él. “Nunca los hicimos con un fin comercial (dice) porque un volantín bien hecho requiere mucho tiempo y no podría satisfacer una demanda de muchos volantines. La gente que vive es esto compra los maderos aparte y sólo los arma pero no se preocupa de que tengan las dimensiones adecuadas, ni de la calidad”.

En efecto, sobre todo en el caso de los volantines de competencia, estos son estudiados y deben cumplir con ciertas medidas calculadas matemáticamente que respondan a exigencias probadas, tiene que ser maniobrables, de tal manera que podamos moverlos a izquierda o derecha o darle ciertas “picadas” para que pueda competir en agilidad con otro volantín.

Chile, país de volantines

Tipos de volantines

*  En primer lugar están los clásicos volantines de competencia, cuyas medidas óptimas se detallan más abajo.
* Los cometas en Chile eran grandes cajones que se elevaban en el aire. Según Boris, los últimos que se hicieron en nuestro país datan, cuando más, de 1980. Su construcción se abandonó debido a las dificultades que entraña: “si lo agarraba un viento muy fuerte te lo rompía, se podía encumbrar con una brisa suave; y no faltaba el que venía y te lo cortaba”.
* También están las ñeclitas, son cuadrados, llevan una cola para estabilizarse en el aire y miden entre 15 y 25 centímetros cuadrados, se hacen generalmente para niños de tres o cuatro años.
* Por último está la famosa choncha, pequeño volantín de papel de diario, que se hace juntando punta con punta y amarrándolas con un hilo, es muy sencillo pero muy entretenido y fácil de hacer.

Las medidas óptimas de un volantín de competencia
*  De acuerdo a lo que se ha ido investigando sobre la aerodinámica del volantín, 42,5 cm2 parece ser la mejor medida para volantines de competencia.
* Lo otro importante es que el palillo del medio sea de coligüe y el arco, de fibra de vidrio, porque la fibra de vidrio no se quiebra y mantiene constante la tensión, a diferencia del palo que al doblarse envejece y pierde fuerza. El volantín gana con esto una agilidad pareja en el tiempo.

Para incorporarse a un club de volantines
*  Hoy existen muchos clubes de volantines en Chile. César Gutiérrez pertenece al club Alfiles. Según nos cuenta, formó parte de la primer asociación de volantines de la capital, AVODESA (Asociación de Volantines de Santiago), formada en 1970.
* Para incorporarse a un club de volantines y poder participar en los campeonatos hay que acercarse a los clubes.
*  Los campeonatos chilenos de volantines tienen lugar en el mes de octubre. No se hacen en septiembre por la gran afluencia de público en ese mes, lo que entorpece las competencias en los lugares de juego.

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